miércoles, 14 de enero de 2015

¿Qué es "Recta Final"?

Es una cabeza que no se detiene, que escribe como piensa, que piensa así como el cuerpo respira. Incontinentemente, sin pausa.
Es atrapante, porque no es una impostura, sino el ritmo, contradictorio, de un cuerpo casi sepultado en una clínica geriátrica. 
Es la hermosura de querer ver en los amigos la continuidad de nuestra vida hasta en el momento en que deseamos que la nuestra se termine. 
Es, también, el más vivo ejemplo de que los mejores (y peores, ¡uf!) recuerdos son los que nos darán luz en nuestro camino final.

Recta final, de Ricardo Becher, Ed. Milena Caserola, 2011.

martes, 13 de enero de 2015

Una historia bien contada


"Los hombres que hicieron la historia de las marcas deportivas" es un libro de Editorial Blatt&Ríos que se destaca por la contundencia de su narración, ya que se nos cuenta hechos reales pero de una manera tal que la historia aumenta su ritmo página a página.
Lleva el libro otros aciertos. Particularmente, parece obvio decirlo, contar la historia de las marcas deportivas es contar la historia de un proceso tan extenso y diseminado como inacabado: el de la masificación y espectacularización de los deportes, en especial, el fútbol. Además, y por añadidura, "Los hombres..." reflejará también aquella entonces naciente "cultura de la idolatría" por las figuras individuales de cada deporte. Anclado en estos fenómenos socio-culturales surgirá el exponencial desarrollo de las marcas de indumentaria deportiva.
En otro aspecto, tal vez el más importante para entender el calor y el color de época, podemos mencionar que las dos guerras mundiales (la segunda en especial) marcaron fuertemente la vida de los fundadores de las primeras empresas del mercado a nivel mundial. Es así como esos enfrentamientos bélicos se convierten en hilos conductores que van uniendo, sobre todo a lo largo de los primeros capítulos, las historias de vida de los fundadores.
A esto le podemos sumar el hecho de que, en casi todas las marcas, el origen de la actividad es una empresa familiar, con lo que eso lleva aparejado a nivel de enfrentamientos y recelos, de alianzas y divisiones de todo tipo entre los integrantes. Es decir que aparecen las relaciones humanas (de lo que debe nutrirse toda ficción en su afán por avanzar) para darle espesura al libro a través de la articulación de estos distintos nudos. El resultado es un libro tan interesantemente contado como impensado desde la temática que aborda. 



viernes, 9 de enero de 2015

Arrebatado

 - --  Sabrás, querido Emilio, que no hay, en todo el recorrido de este sinuoso arroyo, un lugar mejor localizado y más estratégicamente aprovechable para la ingestión de melones que éste mismo que has encontrado.


Comprendí que extrañaba su tierra natal y le ofrecí un pésame sincero. Acordamos en afianzar nuestros vínculos elevando el melón a cuatro manos. El sol se agitaba insistente sobre el piletón y en la humedad que lo rodeaba.
Me guardé a la sombra y Golende sacó un cuchillo de mango de asta. Probó su filo contra la rama y lo deslizó contra la cáscara blanca, trazando líneas verdes a lo largo. Crujió la primera acometida. Con rápidos y elegantes cortes, fue desensamblando el objeto. Las porciones se desprendían de la totalidad y caían formando una helicoide en el suelo, a su vez que semillas pringosas eran desprendidas hacia los costados o aterrizaban en su cara. Abstraído en su empresa, Golende se olvidaba de pestañar, por lo que empezó a segregar lágrimas obesas que arrastraban la pulpa de melón todo a lo largo de los pómulos. Cuando el éxtasis al que había entrado alcanzaba su punto más álgido, Prilidiano Golende se detuvo en seco y comprendió, estaba seccionando el cráneo de Sarmiento.
La cabeza del prócer tenía la mirada extraviada y le chorreaba jugo de melón por el cachete, desde la herida abierta en el parietal hasta la comisura izquierda, donde se juntaba en un charco gelatinoso.

jueves, 1 de enero de 2015

Yo era una mujer casada

Lo que me sorprendió fue que era la primera vez que mi marido me regalaba algo. Entonces abrí la bolsa, que estaba cerrada con un cordón. Él había retrocedido un paso y me observaba. Miré adentro. Tardé en ver o en entender. La "reacción retardada" era connatural al caso, hecho a medida para la incredulidad. En el fondo de la bolsa estaban las cabezas seccionadas de mi padre y de mi madre. Aún cuando las dos cabezas no me daban exactamente la cara, amontonadas sin orden como estaban unas sobre otras, los reconocí de inmediato, no sólo porque habían estado en mi pensamiento todo el día, sino porque eran inconfundiblemente ellos, con sus canas, sus arrugas, sus viejos rostros fatigados por una larga vida de trabajo y privaciones. El corte en el cuello era bastante limpio, pero no tanto porque nunca puede serlo del todo: acá asomaba, blanco y como prehistórico, un pedazo de tráquea, allá colgaban unas arterias como flecos. Los ojos de ambos estaban abiertos: me pregunté, absurdamente en medio del shock, si correspondía que yo se los cerrara, como deber filial... Por un curioso concurso de circunstancias biográficas, a pesar de mi edad yo nunca había visto un muerto. Qué ocasión para una primera vez!


Yo era una mujer casada, César Aira, Ed. Blatt&Ríos