domingo, 23 de septiembre de 2018

Algunos apuntes sobre la obra de Rodolfo Wilcock


1.

"El hombre necesita la soledad, y también la comunicación. 
Pero la comunicación perturba la soledad; 
hacerlas coexistir sin choques presupone la felicidad".

 J. R. Wilcock, El Estereoscopio de los solitarios, 2017

En una lectura acotable, uno podría decir que la obra de Wilcock, pero especialmente El Caos y El Estereoscopio de los solitarios, debería pensarse en la tensión entre la comunicación y la soledad en el hombre y, por eso, en el autor. Fragmentos como el de la introducción pueden encontrarse en los relatos cortos de ambos libros. En cada uno de los monstruos, animales y hombres (o todo eso junto) de muchos de esos textos hay un registro  del "outsider" que ha sido expulsado de "lo social", de la vida civilizada.
A Wilcock, integrante díscolo del grupo Sur (Silvina Ocampo, J. L. Borges, Bioy Casares), le costó un tiempo tomar esa postura de desobediencia, algo que logró al radicarse en Roma. Cuando se liberó de esas "autoridades literarias", que ejercían una presión de "deber ser" sobre él, pudo encontrar definitivamente su estilo. Tal vez, en esto haya sido un triunfo de la soledad por sobre la comunicación, y con el costo de haber sido totalmente ignorado en su país natal.
En estos últimos años, sin embargo, el rescate (aun parcial) de su obra, está abriendo la posibilidad de un reconocimiento más que merecido. Tal vez aquí, la comunicación haya recuperado terreno sobre la soledad, y logrado el equilibrio que Wilcock, pensaba, conducía a la felicidad. 


2.

"Hoy el más ridículo es quien evita el ridículo"
J. R. Wilcock, El Estereoscopio de los solitarios", 2017.

El tránsito y la permanencia en lo ridículo atraviesa casi todos los personajes de Wilcock. Aparece en el "ángel danzante" que debió prostituirse en El angel; es Fanil, en El vanidoso, uno de los mejores relatos en El Estereoscopio..., quien se ridiculiza ante sus amigos exhibiendo las vísceras de su cuerpo; es el protagonista de El caos, en el libro del mismo nombre, quien se envuelve, contra su voluntad en unas extravagantes peripecias. La cuestión sería más o menos así: ante una sociedad que excluye, la salvación queda en manos de quien no oculte sus sentimientos y se refugie en ese costado ridículo que nos hace a todos mortales y, por eso, humanos. Y, queda claro en sus relatos, Wilcock manejaba un pulso particular para describir esa ridiculez a la que algunos son empujados.


3.

"La tendencia natural de las cosas es el desorden"
Erwin Schrödinger

"Asumir el caos es asumir ese orden al que nos negábamos en defensa de uno anterior"
Luis Felipe Noé, 1991


La idea de que el estado de caos es necesario para la creación en cualquier arte no parece algo difícil de pensar. Sin embargo, no hay tanta reflexión sobre este tema, sea que ese estado conduzca finalmente a lo contrario -una obra organizada y estructurada- como a la imposibilidad de todo "cierre" en una obra. En este último sentido, Wilcock escribió una novela corta en 1976, llamada El templo etrusco, que se puede pensar como la imposibilidad de toda creación en el arte sin tomar al caos como contenido determinante del mismo. El protagonista de la nouvelle, un técnico de una empresa de telefonía, se ve impelido a montar un templo en el centro de una plaza y envuelto en las peripecias más insólitas, entre las cuales se cuenta que sus supuestos obreros no lo son en realidad. Una obra perdida en el sinsentido, que es, sin embargo, todo lo que le da sentido. Porque nunca importa tanto el tema o lo que sucede en la novela como lo que ésta es capaz de hacer, en el sentido performativo del término.


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Fuentes: 
El templo etrusco, J. R. Wilcock, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
El caos, J. R. Wilcock, Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2015.
El Estereoscopio de los solitarios, Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2017.
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-11268-2016-02-14.html 

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